En este contexto el desarrollo profesional de los formadores de docentes se enfoca y se valora en la formación y fortalecimiento de las capacidades pedagógicas, en las ideas, competencias profesionales y en la mejora de la práctica como el indicador más fiable de su eficacia, orientada a mejorar el desempeño.
Cabe señalar que el desarrollo profesional es una responsabilidad colectiva, si se toma en cuenta que el trabajo profesional se realiza en contextos organizados que tienen una misión que cumplir y que involucra y compromete a todos sus miembros, lo que trae como consecuencia cambios en las escuelas normales como organizaciones inteligentes, que facilitan y promueven el aprendizaje de todos sus miembros y se transforman de manera permanente.
Asegurar la formación de docentes competentes para el ejercicio de la docencia y la generación de conocimientos pedagógicos, implica que los aprendizajes a promover incidan en el análisis responsable para un proceso educativo de calidad, donde se pueden ordenar acciones en función del logro de los objetivos de una organización efectiva como consecuencia de una buena gestión directiva, que comparte las decisiones a través de fomentar la colegialidad entre el profesorado.
Considerando que las escuelas que son más efectivas son aquellas que tienen una misión y enfoque académico claros, como guías de la calidad académica, donde se impulse la consecutiva producción de acertadas decisiones a través de un liderazgo académico de sus directivos y agentes que allí trabajan, los recursos locales y la participación comunitaria para alcanzar un alto rendimiento en la escuela.